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Leyendo el corazón de nuestros niños

Actualizado: 29 ago 2019



A veces, cuando hablo con los padres sobre cómo corregir a nuestros hijos, me sorprende darme cuenta que aún seguimos pensando en el castigo como algo que debe doler. De esta manera, escucho continuamente frases como “Yo castigo a mi hijo quitándole el Ipad que es lo que más le gusta” o “Yo dejo a mi hijo sin televisión una semana cuando se porta mal”. La primera pregunta que me surge al escuchar estas frases es ¿cuál es la relación entre el Ipad o el televisor con el comportamiento presentado por el niño?

Cuando un niño se “equivoca” o “se porta mal” generalmente los adultos nos fijamos solo en las acciones que realizó y lo castigamos por ellas. Sin embargo, poco a poco, nos damos cuenta que aquel que castigamos de pronto es quien más necesita de nosotros. Así, por ejemplo, cuando un niño muerde es importante ocuparse tanto del niño mordido como del niño que ha mordido, ambos necesitan acompañamiento. Para darle al niño lo que realmente necesita, debemos ver más allá del acto y comprender lo que el niño nos está comunicando.

Veamos un caso bastante común. El niño llega a su casa y sus padres están viendo televisión, supremamente cansados después de un día laboral. El niño va, los abraza, les comparte cómo se está sintiendo, los invita a participar en el diálogo, pero ellos muy cansados no tienen ánimos de conversar. El niño empieza a comportarse muy inquieto, sale, entra, habla, grita, tumba los objetos, hace mucho ruido. ¿Qué nos está comunicando el niño a través de sus acciones? ¿Cuál es su pedido? Si como padres nos enganchamos en el comportamiento del niño, seguramente terminaremos gritándole y desgastándonos emocionalmente. Pero si por el contrario, logramos leer lo que hay detrás de sus actos, verbalizar lo que estamos sintiendo como padres y lo que creemos que nuestro hijo necesita, seguramente él se tranquilizará y nosotros también. Podríamos decirle entonces algo como “Hijo sé que quieres que mamá y papá estén contigo y te presten atención, estamos muy cansados, pero eso no quiere decir que no te amemos, ¿qué te parece si te acuestas un rato con nosotros y después de la comida jugamos los tres?”.

Nuestro lugar como padres está en leer a nuestro hijo, ayudarle a exteriorizar lo que necesita para que su necesidad real sea satisfecha. Claro está, que quien tiene hijos o ha trabajado con niños, sabe que no es fácil, pero sí es muy importante tener la intención de darnos un momento para pensarnos lo que nuestro hijo nos está pidiendo. Sino, nos enganchamos, los comportamientos del niño se vuelven más fuertes y nuestro malestar aumenta. Empieza un ciclo vicioso que es importante detener a tiempo.

Cuando le ayudamos a nuestro hijo a verbalizar su necesidad profunda, le estamos dando recursos que le permiten trascender del acto a la palabra. El acto (llanto, pataletas, golpes o daños) son la manera que tiene el niño para expresar sus sentimientos y necesidades. Por tanto, en la medida en que leamos a nuestros hijos y les ayudemos a poner en palabras aquello que quieren comunicar y no encuentran otra manera, el acto dejará de ser necesario y las palabras se volverán un recurso de paz.

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