Haz de la crianza tu proyecto de humildad
Actualizado: 24 ago 2019

Los hijos son como una cometa, te pasas la vida tratando de hacerlas volar. Corres con ellas hasta quedar sin aliento. Caen al suelo. Chocan con los tejados. Tú las remiendas, las consuelas, las ajustas y las enseñas. Observas cómo el viento las mece y les aseguras que un día podrán volar. Finalmente, vuelan. Necesitan mas hilo y tú sueltas mas y mas, y sabes que muy pronto la bella criatura se desprenderá de la cuerda de salvamento que la ata y se elevará por los aires, como se espera que lo haga, libre y sola. Sólo entonces te das cuenta que has hecho bien tu trabajo.
Erma Bombeck
Quiero tantas cosas para mis hijos que solo enumerarlas es una tarea difícil. Quiero que sean músicos, que aprecien el arte, mejor aún, que sean artistas. Quiero que amen los libros, que sean yoguis y espirituales. Y cuánto quisiera que no le gustara el dulce, en un mundo ideal, que ni lo probaran. Quiero tantas cosas para ellos, tantas cosas que yo soy, y tantas otras que quise ser pero no fui. Luego pienso en mi mamá, todo lo que ella quería y esperaba de mí y todo lo que resulté siendo. Ella nunca entendió mis elecciones, pero aprendió a respetarlas. Es en ese instante cuando lo entiendo todo y me doy cuenta: No quiero que sean de ninguna forma, no quiero nada de ellos, bien pueden odiar el arte, jamás terminarse un libro, ser desafinados y adorar el dulce, a la larga me da igual, serán ellos mismos. Brillarán con su propia luz y no serán la sombra de mis expectativas.
Los hijos son una hoja en blanco en la que queremos escribir una nueva historia. Sin los errores de nuestros padres, sin nuestros desaciertos. Una escultura que queremos moldear, un recipiente que queremos llenar de buena información, de habilidades, de entendimiento. Y la verdad es que creo firmemente que los hijos son una infinidad de posibilidades. Pero también es cierto que no son nuestros. Que esa hoja en blanco la escribirán ellos, de su puño y letra, y nuestra tarea: amarlos incondicionalmente. Deben ser nuestro proyecto de humildad, donde no depositemos nuestras expectativas y frustraciones, donde no los queramos mas inteligentes o mejores que nadie.
Los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, pero olvidan que lo que quieren es solo SU versión de lo ‘mejor’, y ciertamente no podemos elegir la vida por ellos. Los niños deberían tener la libertad de escoger qué quieren jugar, qué quieren hacer en su tiempo libre si cuentan con padres afortunados que les dan tiempo libre. Usualmente solo les permitimos participar en la ejecución del proyecto, y no los hacemos participes en la escogencia. Como adultos deberíamos simplemente tener preferencias en nuestras elecciones, pero siempre escucharlos y darles el regalo de la libertad y de ser dueños de sí mismos. Porque eso son, seres libres, completos y enteros.
Asegúrate que las aficiones de tus hijos sean suyas, no tuyas. ¿A quién le gusta el Ballet, a tu hija o a ti? ¿A quién le gusta el violín, a tu hijo o a ti? Cuando un papá afirma: “Lo que más le gusta es ver televisión”, “lo que más le gusta es jugar en el Ipad”… vale la pena preguntarse, ¿realmente le gusta o tú quieres que le guste? “¿están siendo educados desde el respeto a sus gustos o por la comodidad del adulto?”. Tal y como afirma la educadora Mar Romera, “nuestros hijos e hijas son nuestro proyecto, pero nuestros proyectos no son los suyos y la clave de la educación está en respetarlos”.
En todo proceso de desarrollo saludable es necesario buscar la conquista personal de la autonomía, pero eso solo se logra si el adulto concede el espacio, porque la sobreprotección desarrolla inutilidad. Creo que este es el reto mas grande en la crianza. Acompañarlos sabiendo que no son nuestros, que son de sí mismos, que son del mundo. Observarlos de lejos, sin intervenir, y así darles el mejor de los regalos: ser dueños de todo el mérito de sus conquistas.
“Soltar amarras poco a poco significa cierta pérdida, pero también significa hacerlos valientes para vivir sus sueños” (Mar Romera). Es necesario que le demos a nuestros niños la oportunidad de correr riegos, de aventurarse, de explorar, de vivir, de elegir y soñar sus sueños. Tú solo eres un canal, un servidor, tu labor es acompañarlos, apoyarlos, escucharlos, no más. Deben vivir lo que vinieron a vivir, no lo que tú quieres que vivan. Déjalos ser. Siempre. Ellos saben bien, siempre sabrán. Déjalos volar, alto, tan alto como puedan, suelta las amarras… y que a ti te lleven en el corazón, que con eso bastará.
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