¿Autonomía o abandono?
Actualizado: 24 ago 2019

Me comentan: el bebé desde los seis meses está en la guardería. Inmediatamente después va a entrar al jardín infantil. Pasa todo el día fuera de casa, no necesita ver a sus papás, juega con otros niños y prácticamente no llora. Es maravilloso, ¡Es tan autónomo! Me comentan: los padres decidieron dejar de alimentarla de 10 de la noche a 7 de la mañana, así no se malacostumbra. Pasa toda la noche sin pedir leche, así la educaron para que todos en casa pudieran dormir un número razonable de horas. Al comienzo lloraba muchísimo, pero ya se acostumbró. Es maravilloso, ya no pide leche, ya no llora ¡Es tan autónoma! Me comentan: mi bebé es muy desapegado, no necesita ningún adulto, puede jugar por horas completamente solo, ha tenido varias niñeras porque las hemos cambiado en cuestión de meses, pero él ni se da cuenta. Es maravilloso, ¡Es tan autónomo!
¿Qué es la autonomía y la independencia cuando hablamos de primera infancia? Tenemos tanto miedo a que nuestros bebés sean maleducados, manipuladores, apegados, dependientes, mimados, que estamos atribuyéndoles cualidades que no les corresponden. “Deberías dejarlo solo mas tiempo, está muy apegado” “Deberías meterlo a una guardería para que sea mas independiente” “Deberías cambiar de niñera porque se está encariñando mucho con ella” “Si le das leche cada vez que pide lo vas a malcriar” “Llorar le ayuda a desarrollar los pulmones”. ¿A quién se le habrán ocurrido estos juicios tan dañinos para el desarrollo infantil? Queremos que nuestros bebés crezcan seguros y libres, que crean en sí mismos y en sus propias competencias para resolver los obstáculos que se les presenten. ¿Podemos también querer que crezcan autónomos? Claro que sí. La autonomía, aunque pequeña e inestable, existe y se desarrolla desde el inicio de la vida. Pero por autonomía nos referimos a un concepto muy distinto al que nos han inculcado socialmente.
El bebé es la integración de sensación y movimiento. Poco a poco su cerebro desarrollará lo que se conoce como el cerebro social. Por eso necesita, antes que cualquier otra cosa, seguridad y confianza, administradas a través del alimento y el afecto. La seguridad afectiva será la base de la pirámide que posibilite el desarrollo del resto de las áreas del cerebro. Un bebé no necesita ir al jardín infantil para desapegarse de su mamá. Todo lo contrario, necesita vínculos fuertes que le confirme que será siempre amado, cuidado y atendido. ¡Necesita a su mamá! Esa será la base para que confíen en el mundo y en consecuencia en sí mismos. El fantasma más aterrador que rondea la psiquis de cualquier infante es la idea de ser abandonado. Dejado al asar hasta morir de hambre y frío. Cada momento de llanto es tomado por el bebé como un llamado a la vida. ¡Mamá te lo ruego, no me dejes morir! Eso es lo que esconde el llanto de un bebé si pudiese traducirse en palabras.
Desmantelemos estos mitos de una vez por todas. NO le estamos haciendo un favor a nuestro bebé cuando lo metemos a la guardería o al jardín infantil antes de los 5 años. No es lo mas conveniente para él o ella. Tal vez sea lo más conveniente para el adulto, pero esa es otra historia. Reivindiquemos la labor de la madre que se queda en casa con sus hijos, reivindiquemos la importante labor de las niñeras que son las que están construyendo el apego seguro con nuestros hijos, devolvamos el lugar que le corresponde al amor y al afecto. El vínculo va primero, el resto solo será su consecuencia.
Si autonomía no es un bebé desapegado que no necesita a su mamá y que pasa todo el día fuera de casa entonces ¿qué es? Hablamos de autonomía en primera infancia cuando les damos el regalo de explorar el medio sin sugestionarlo. Cuántas veces en mis sesiones de estimulación adecuada me encontraba con madres que me aseguraban: “Es que a él o ella no le gusta ensuciarse la ropa”, yo respondía a esta afirmación con una pregunta: “¿A quién no le gusta? ¿a él o a ti?”. Como adultos permeamos la psiquis de nuestros niños con sentencias o afirmaciones que no son de ellos, sino nuestras. Un bebe de 16 meses no sabe qué le gusta y que no le gusta, sus sentidos están abiertos y sus percepciones son altamente sensibles al medio, están en exploración continua. ¿Qué es autonomía? Es permitirles explorar, sentir, reconocer, untarse, limpiarse, volver a untarse, mancharse la ropa una y mil veces. Autonomía es permitirles vivir. Las manchas se lavarán, los bodis a la larga se desecharán, siempre se puede volver a comprar un par de medias, pero nunca se puede volver a tener la misma etapa de desarrollo con todos sus regalos y oportunidades.
¿Lo obligamos entonces a que juegue con todos los materiales así no quieran? Ciertamente no. Le aseguramos un entorno afectivo y seguro con todos los recursos materiales para que exploren a su ritmo, sin presionar. Poco a poco se irán apropiando del medio, poco a poco elaborarán mas procedimientos para interactuar con lo que se le presenta. Pero nosotros los adultos deberemos estar dispuestos, abiertos y sensibles al proceso, disfrutando nosotros mismos las masas, plastilinas, harinas, gelatinas y demás texturas. Existe una falsa autonomía o seudoautonomía, como lo llamó Judit Falk, y se da cuando el niño realiza acciones por obligación o por complacer al adulto. Cuando forzamos. Reúne todo aquello que el niño realiza sintiéndose obligado a responder o a obedecer frente a las expectativas del adulto, acciones que no surgen de su propia iniciativa y para las que no se siente íntimamente maduro y competente.
¿Resuena esta definición con los casos en los que las mamás ponen al bebé en un caminador para acelerar el proceso? Nuestra generación creció con madres y abuelas forzadnos a gatear, caminar, a correr. Nos paraban, nos sentaban, nos hacían caminar a las buenas o a las malas. Los padres podían competir en función de lo que ya sabía hacer el bebé. Aun hoy esas preguntas circulan en los pasillos de jardines y centros de estimulación entre padres: ¿El tuyo ya gatea? ¿El tuyo ya camina? ¿El tuyo ya habla? Como si eso fuese algún indicador de algo en absoluto. Según Myrtha Chokler, el infante al que se le exige que haga algo para lo que no esta preparado desencadena un pensamiento de “me siento solo, abandonado y sin apoyatura de un adulto que me exige que posea una competencia y una eficacia de las que carezco todavía y que supuestamente debería poseer; lo cual estimula el sentimiento de incapacidad, de inseguridad, de dependencia y de descalificación para ser merecedor del afecto y el reconocimiento del otro”. Seguimos sin confiar en la capacidad innata de nuestros niños.
¿Qué es entonces autonomía en la infancia? Autonomía es reconocer las capacidades de nuestros niños, dándoles la libertad de jugar, explorar y sentir. Autonomía no es sinónimo de una madre ausente, no es sinónimo de jardines infantiles cada vez más temprano, no es sinónimo de carencia de afecto. Autonomía es la capacidad de responder a todas sus necesidades reconociéndolos infinitamente sabios por ser hijos perfectos de la naturaleza.