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La vivencia del duelo en la primera infancia ¿Cómo acompañarlo?

Actualizado: 29 ago 2019



Los duelos en la primera infancia, son experiencias dolorosas de las que se puede salir fortalecido o fragilizado, pero nunca igual a como se era antes. Como adultos es importante que seamos conscientes que sin importar la edad del niño, él siente la pérdida, incluso los bebés sin llegar a comprender lo que significa la muerte, muestran a través de sus comportamientos que algo ha sucedido y que les resulta doloroso.

En un proceso de duelo lo que se busca es transformar la relación que se tenía con la persona fallecida sin perder la relación misma, es decir, aceptar que físicamente ya no está pero que siempre vivirá en nuestro recuerdo. Generalmente, los niños acogen un objeto transicional en estos momentos, es decir, un objeto que les representa a la persona fallecida, como un lapicero, una camisa o una almohada. Es muy importante respetar la elección del niño, teniendo en cuenta que este objeto le permite sentir un poco más cerca a la persona ausente y le ayuda a elaborar la pérdida. Así, a medida que el niño vaya elaborando la pérdida se irá desprendiendo del objeto de manera natural.

Al iniciar un proceso de duelo, lo más importante es ayudarle al niño a drenar toda la energía emocional que la pérdida ha suscitado, permitirle llorar, hablar, gritar, o lo que él necesite. Con aquellos niños que afrontan la muerte desde el silencio, es importante estar aún más atentos para encontrar a través de qué otros canales está exteriorizando sus emociones y permitírselo, por ejemplo, mediante el juego repetitivo, un cuento o una película particular. Igualmente, cuando los padres se permiten sentir el dolor frente al niño, lo autorizan a sentir su propio dolor; sin embargo, es importante que los padres no se desborden en sus emociones frente al niño, ya que esto podría llegar a angustiarlo aún más.

Para la elaboración de los duelos, es también muy importante permitirle al niño participar de los rituales, como los funerales y los entierros, si él así lo desea. Los rituales le permiten al niño elaborar psíquicamente la pérdida y le ayudan a lidiar con la pena de una manera sana. Cuando los padres no están disponibles emocionalmente para contener al niño durante los rituales, es importante escoger un adulto de confianza que lo acompañe.

Además, es muy importante contarle al niño detalladamente lo que se encontrará en los rituales, para anticiparlo y posibilitarle vivir la experiencia con tranquilidad, por ejemplo diciéndole: más tarde vamos a ir a la funeraria, la funeraria es un lugar donde nos reunimos con las personas que tanto amaban a tu abuelo para agradecer todo lo que vivimos con él, cuando entremos vas a ver una caja grande, rectangular con flores y adentro estará el cuerpo de tu abuelo…es muy importante ser concretos en nuestras descripciones para realmente darle al niño la información que necesita para sentirse tranquilo.

Así mismo, es muy importante dar respuesta a las preguntas de los niños para ayudarles a alivianar su angustia. Por ejemplo, los niños suelen preguntarse si fueron ellos quienes causaron la muerte, si ellos también morirán algún día, si sus otros seres queridos también morirán, o quién cuidará de él si todos mueren. En la medida en que respondamos estas preguntamos con tranquilidad, lo aseguraremos en su emocionalidad y le ayudaremos en la elaboración de su duelo.

Lo más recomendable es que sean los padres quienes den la noticia de la muerte a su hijo, en caso de no estar presentes, una persona cercana puede asumir su lugar. Es necesario que la noticia sea dada en un espacio que para el niño sea seguro y lo antes posible para evitar que le llegue información distorsionada. En cuanto al cómo dar la noticia, es necesario que hablemos con claridad, sin eufemismos (“se fue a un largo viaje” o “duerme pacíficamente”), dando la información a la medida del niño (hasta donde él nos pregunte), sin dar demasiados detalles, verbalizando sus emociones (“yo sé que esto es triste”), preguntando acerca de sus dudas y muy importante, empleando un contacto físico cercano y cálido.

En pocas palabras, acompañar el duelo de nuestros hijos es acompañarlos con nuestro cuerpo, mente y corazón, estar 100% para ellos, leyendo lo que necesitan en cada momento y dándoselos; sin olvidar el cuidado que nosotros mismos también necesitamos.


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