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Lo que nadie te dijo sobre el divorcio

Actualizado: 31 may 2020



Cuando el amor es odio. Esta frase, que titula el libro de Susana Forward, no puede describir mejor la situación de muchos hogares de nuestro siglo. Irrespeto, rencor y odio enmascarado con amor. Aun peor, pura indiferencia enmascarada con amor. Es cierto que lo ideal para el desarrollo de un niño es contar con un núcleo familiar solido y funcional.


Es cierto que lo ideal para el desarrollo de un niño es un hogar donde padres se amen y trabajen como equipo. Sin embargo, también es cierto que no hay nada más contraproducente para el desarrollo de un niño que una pareja que dice amarse y se odia en silencio día tras día. Idea Vilariño, poeta uruguaya, describe la realidad de tantos hogares:

POEMA: UN HUESPED Blanca Varela No sos mío no estás en mi vida a mi lado no comés en mi mesa ni reís ni cantás ni vivís para mí. Somos ajenos tú y yo misma y mi casa. Sos un extraño un huésped que no busca no quiere más que una cama a veces. Qué puedo hacer cedértela pero yo vivo sola.

Un divorcio no necesariamente daña. Daña la mentira, la agresión, la manipulación, el sarcasmo, la venganza, las interacciones pasivo-agresivas. Los niños son altamente perceptivos, están conectados con su mundo emocional y son altamente sensibles. Ellos saben. Por más de que los adultos se empeñen en engañarlos. Ellos saben cuando papá y mamá se odian; saben cuando el hogar se mantiene unido por un sentimiento de culpa; saben cuando papá y mamá son completamente infelices. Ellos siempre saben.

Un divorcio no es necesariamente sinónimo de trauma. Un divorcio puede ser sinónimo de paz, de oportunidad, de remanso. Una pareja que ha decidido divorciarse no ha fracasado. Tal vez ha comprendido el fin último del amor verdadero, soltar para conceder la felicidad del otro en otra parte.


Como dice Mar Romera, “el amor en ocasiones es la maxima generosidad”. El divorcio puede llegar a ser la lección de amor más puro para los niños, y la vivencia mas real de lo que es la impermanencia. Me encuentro con familias que sostienen relaciones maritales por miedo a dañar a sus hijos. Olvidando que la función primordial de la familia no es construirles su felicidad, sino hacerlos fuertes para vivir con plenitud todos los devenires de la vida.

El águila vive hasta los 70 años, pero para lograrlo debe pasar por un doloroso proceso de transformación que le toma 150 días. Cuando el águila llega al rededor de los 40 años sus garras están demasiado desgastadas, sus plumas son demasiado pesadas para su cuerpo y su pico se ha curvado. No le queda otra opción, morir o renacer. Busca una montaña alta donde pueda transformarse sin necesidad de volar. Empieza por el pico, que golpea contra las rocas hasta que se le cae por completo. Una vez le ha nacido un nuevo pico se arranca las garras y las plumas una a una.


Como las águilas, la única manera de garantizar la supervivencia es prepáranos para la transformación. Prepararnos para, nosotros mismos, arrancarnos una a una las plumas y renacer ante la vida. Debemos preparar a nuestros niños para el cambio y no para la permanencia. Para la caída. Para convertir el fracaso y la frustración en oportunidad y aprendizaje. El pediatra Janusz Korczak escribió “por miedo a que mueran no los dejáis vivir”.

Hoy este artículo es para todas las familias que encontraron en el divorcio un acto de amor y generosidad. Para todas las familias que transitaron o aun transitan este proceso y que esperan convertirlo en una oportunidad mas que una sentencia para sus hijos. No hay generalidades. Hay niños y niñas, padres y madres. Cada familia es un universo, único. Sin embargo, sí hay herramientas que pueden hacer transitable el camino y orientar en el proceso. Aquí, tres que comparto con ustedes.

1. El divorcio no es un campo de batalla

Me encontraba trabajando en un centro de adopción con niños que habían sufrido abandono, malnutrición, abuso físico y hasta abuso sexual. Las historias más desgarradoras, los padres más maltratadores que se puedan imaginar. Verdaderos victimarios. Y aún así, niños de todas las edades llorando a cántaros por poder volver a verlos.


Niños esperando su visita semanal y rogando por volver a sus casas, al mismo maltrato, al mismo abuso, pero al menos con sus padres. Parecería una ironía, pero no lo es. Los niños amarán y necesitarán a sus padres sin importar qué. Durante la primera infancia estamos biológicamente programados para amar a nuestros progenitores. No importa lo que haya hecho, un niño seguirá queriéndolo y necesitándolo.

Estos son casos extremos donde incluso la ley ha intervenido para cuidar a los menores. Ahora pensemos en casos donde ambos padres son amorosos, responsables y dedicados. Sin embargo, después de un divorcio, uno de los padres se dedica a hablar barbaridades del otro. A culparlo delante del niño, como queriéndolo poner en su contra.

“Es que tu papá me dejó por otra”

“Es que tu mamá es una irresponsable”

“Es que tu papá no manda ni para la comida del día”

“Es que tu mamá está loca”.


No hay situación más dañina. Los niños desarrollan sentimientos ambivalentes muy difíciles de sobrellevar. No hay situación más dolorosa que oír hablar mal de un ser que amamos profundamente. Como dice Laura Restrepo, “todo el mundo tiene derecho a pensar que su padre fue un buen tipo”.

Los niños no son un depósito de quejas, rencores y culpas no resultas. Eso es tema de adultos. Lo que suceda en la relación de los padres es asunto de los padres. Nada tiene que hacer un niño en el medio. En lugar de querer que el niño sea un aliado, como si de un campo de batalla se tratase, los padres deberían cultivar el amor incondicional y el perdón por el progenitor que ya no está con ellos en el hogar. En el divorcio el niño se siente profundamente abandonado, y si en suma se le recalca toda clase de fechorías que ha hecho el padre o madre, el dolor será aún más profundo.

Facundo Cabral, autor y compositor, escribió un día las palabras sabias que su mamá le inculcó. “Haz de amar siempre a tu padre”. “¿Pero cómo? ¡Si nos abandono!” Respondió él. A lo que ella dijo: “gracias a ese hombre tienes los mares y los ríos, las montañas y los valles. Ese hombre te dio la vida, así que no le debes poco”. Cultivar perdón y la gratitud en lugar de odio.


La madre orando, escribiendo, cantando con el hijo: papá, te amo y se que me amas profundamente. Te agradezco el regalo de la vida. Eres un buen papá y soy importante para ti. El padre orando, escribiendo, cantando con el hijo: mamá, te amo y se que me amas profundamente. Te agradezco el regalo de la vida. Eres una buena mamá y soy importante para ti. Todo niño merece amar a sus padres, y no odiarlos por el ego herido de dos adultos.

2. La certeza será tu aliado

Como adultos tenemos la capacidad para saber que todo estará bien aun cuando enfrentamos lo desconocido. Sin embargo, para un niño no hay suficiente experiencia previa que le permita asociar lo nuevo con situaciones exitosas del pasado. Las transiciones para ellos son mucho mas retadoras, pues el cerebro del niño no logra regularse con facilidad como lo hace el cerebro del adulto. Lisa Dion, terapeuta infantil, me compartió un ejemplo para entender dicha situación. Pensemos que nuestro avión acaba de aterrizar en el aeropuerto de una ciudad a la que nunca hemos ido.


Todo es desconocido y nuestros niveles de ansiedad aumentan cuando no logramos orientarnos, no tenemos nuestras maletas, no sabemos hacia dónde ir, y pedir ayuda resulta embarazoso. Sentimos cómo el desconcierto se va apoderando de nosotros y se manifiesta en el cuerpo. Pero recordamos, esto es solo un aeropuerto. Como adultos sabemos que todo estará bien al final del día. Nuestra vida no está en riesgo. Sin embargo, para nuestros niños el mundo entero parece un gran aeropuerto, todo es desconocido y no hay certeza alguna de que nuestras maletas aparecerán y un carro nos llevará sanos a nuestra habitación de hotel.

Ante un divorcio la ansiedad hacia lo desconocido aumenta aun más. Los niños no entienden las razones y cuándo volverán a ver al progenitor que se ha ido de casa. Para niños menores de seis años existe el temor evidente de que un padre pueda desaparecer por completo, se puede presentar la negación de la separación y preguntas repetitivas de cuándo volverá el padre o madre al hogar.


¿Cómo podemos acompañar su cerebro en desarrollo? ANTICIPANDO.

Eso es básicamente explicarle al niño lo que va a pasar a continuación. Evidenciamos la anticipación cuando una maestra escribe en el tablero el orden del día o muestra con fotos el orden de las actividades de la jornada; evidenciamos anticipación cuando una psicóloga le explica paso a paso al niño lo que van a trabajar juntos en su sesión; evidenciamos anticipación cuando una madre le avisa al niño que en 10 minutos se irán del parque, luego le avisa cuando quedan 5 minutos y finalmente cuando queda un minuto.


¿Por qué anticipar? Porque le permite a nuestro sistema nervioso relajarse y vuelve conocido lo desconocido. Ante el divorcio los niveles de ansiedad aumentan a causa de la incertidumbre y la gran pregunta: ¿cuándo te volveré a ver? Los niños experimentan desconcierto y una falta de control.

¿Cómo podemos mitigar la ansiedad y anticipar ante el divorcio? Haciendo de la planificación y certeza nuestro aliado. Construir un calendario que sea visible para el niño y que se le explique. Dicho calendario tendrá los días en los que el padre o madre lo visitarán; o bien los días que se quedará a dormir en una u otra casa. Así, podemos ayudarle a nuestro hijo o hija a acceder a la información, lo cual le permitirá al cerebro autorregularse y confiar.

3. DOS casas, UN solo acuerdo

“Es que en casa de papá yo sí puedo comer viendo TV, ¿por qué aquí no?” “Mamá siempre me da postre después de la cena y tú no”. El peor enemigo de la educación es la inconsistencia, y muchos padres divorciados la aprovechan para ganar la preferencia del hijo. Cuando la custodia es compartida las reglas deben ser las mismas en ambas casas.


Aun separados, los padres deben trabajar en equipo, pues sus hijos necesitan congruencia. La separación no debe convertirse en un concurso donde uno de los padres compita por el primer puesto en popularidad y aceptación.


Muchos padres usan los regalos como una especie de soborno, o modifican las reglas previamente acordadas para ganar la preferencia del hijo. Nadie está compitiendo, y el fin último es el bienestar emocional y el aprendizaje del niño. No se trata de batallar por el amor, se trata de amar y ser amado, sin esfuerzo, expectativa o comparación. Dos casas, pero las reglas solo unas.

La separación de los padres no es una sentencia lapidaria para el niño. Hiere profundamente cuando se forman bandos, cuando se manipula, cuando hay demasiada incertidumbre e incongruencia. Pero manejado con honestidad, respeto, aceptación y amor, el divorcio puede estrechar lazos, puede acercarnos al corazón y salvar una familia.


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